"Patricio Peñalver
Buenas
tardes a todos y a todas Es para mí un gran honor ser el pregonero de la
fiestas del pueblo en el que nací. Gracias al alcalde pedáneo, a la Junta
Municipal y a la Comisión de fiestas por haberme encomendado esta tarea y darme
esta hermosa oportunidad. Espero no defraudaros en este Casino emblemático que
tanta historia tiene. Así que para empezar, parafraseando aquella escena de la
película: Bienvenido Míster Marshall de Luis García Berlanga, ya con la venia
os digo que como pregonero de las fiestas de 2016 os debo una explicación y esa
explicación que os debo, ese pregón, os la voy a dar:
Comenzaré
diciendo que para mí la patria no es otra cosa que la lengua que uno habla: ese
territorio en el que se comienza a aprender el misterio del lenguaje y se le
van poniendo nombres a las personas, a las cosas. Mi primer territorio
colectivo es la calle Barcelona en la que crecí jugando a las canicas, al burro
y al pillao, esos juegos tan baratos y tan participativos. Mi primer territorio
privado es mi patio, y parafraseando también al gran poeta Antonio Machado,
puedo decir que mi infancia son recuerdos de un patio de Espinardo, una higuera
y una parra donde maduran las uvas.
Más allá de
ese patio y de esa calle estaba la frontera, Otras calles y los pueblos de al
lado, otros territorios comanches que estaban por descubrir. Ahí estaba el
mundo y había que descubrirlo. Y ahí estaba los amigos, los tuyos, y se
formaban los bandos entre la chiquillería, y las guerras generosas entre los de
una calle y la otra de más allá, después entre los del barrio de arriba y abajo
y más tarde la invasión de los pueblos fronterizos. Para distinguirse, alguna
que otra vez, se llevaban banderas con colores y formas inventadas en alguna
sábana vieja pintada con fuchina.
La sangre no
llegaba al río en estas guerras incruentas que de vez en cuando acababan con
algún que otro puñetazo o algún chichón de una certera pedrada
Y ahí estaba
el mundo y ahí comenzaba la aventura. El mundo estaba ahí mientras Jimmy
Fontana, cantaba por la radio: “Gira el mundo, gira…El mundo no se ha parado ni
un momento. Su noche muere y llega el día y ese día vendrá”. Y pasaba el
tiempo. Ahí estaba el mundo para los niños y los adolescentes de mi generación,
y muchos de ellos tenían que hacer de hombres sin dejar de ser niños y
abandonaban la escuela pública para trabajar y poner unas pesetas en la casa.
Ahí estaba
el mundo y llegaba el verano y llegaba la fiesta y todo cambiaba por unos días,
los días se alargaban y las noches se llenaban de sueños en las noches de los
cines de veranos. Por San Juan ardían los malos deseos en las hogueras con
algunos trastos de madera que ya no servían y los críos saltaban sobre las
brasas, mientras que al calor de la candela los gitanos se echaban un cante y
un baile por bulerías. El verano ya estaba ahí y las fiestas de San Pedro con
muy pocas atracciones parecía la más grande del mundo.
Ahí seguía
girando el mundo en aquellos caballitos blancos y negros que parecían Pegasos,
que giraban y giraban, en aquellas jacas que galopaban y cortaban el viento
caminito de Jerez, como decía la copla que sonaba en la radio. Ahí estaba la
noria, junto al colegio de las monjas, y de pronto cuando uno llegaba a lo más
alto parecía que acababa de subir a la luna. Ahí estaban las manzanas
prohibidas como el fruto de Eva; ahí estaban las manzanas de caramelo que te
pintaban los labios y te endulzaban la vida por momentos; y aquel olor del
turrón que nada tenía que ver con el de Navidad y ahí estaban las partidas de
futbolín que parecían partidos entre el Madrid y el Barsa, con los amigos
jaleando, junto a la tómbola en la que siempre tocaba si no un pito una pelota,
junto a las casetas y ahí estaban aquellos cigarrillos Bisonte pinchados en los
palillos. Y aquellas escopetas, ay, aquellas escopetas que efectivamente
fallaban más que una escopeta de feria.
Después la
música de la verbena seguía sonando como un eco cuando aquel niño soñaba que
quería ser mayor. La vida era un sueño y la fiesta era la vida. Y en otras
fiestas, en los años 70, de pronto me veía cantando con el grupo Los Harper´s,
en el escenario del callejón de la iglesia, entre papelillos y guirnaldas. El
tiempo pasaba y otra vez estaban aquí las fiestas.
En aquel
Espinardo de principios de los 60 en blanco y negro, del Nodo, los veranos eran
una fábrica de sueños. Llegaba el verano y llegaba la fiesta. Y la fiesta nadie
la veía mejor, nadie la disfrutaba más que los niños, que la viven y la miran
con esa mirada limpia siempre en busca de lo mágico. Así que vivamos estas
fiestas con la mirada de aquellos niños que fuimos entonces.
Ahora uno de
repente al volver la vista atrás se encuentra en su pueblo con aquel crío que
lleva dentro, que de pronto en una de aquellas mil y una noche soñó que entraba
en la Cueva del Barro y en la oscuridad, entre el miedo y el silencio espeso,
por fin encontraba el tesoro y el oro del moro en busca de aquel pasadizo que
dicen que comunicaba con aquel otro del Castillo de Monteagudo, y que
compartía con su pandilla de amigos; con aquel zagal que de pronto, después se
ve veía ganando las olimpiadas de salto de trampolín, saltando por primera vez
desde la caseta del Partior. ¡Por fin había dado el gran salto y ya estaba en
el grupo de los mayores!
Y más tarde
se encontraba, nadando en calzoncillos, los cien metros mariposa, con esas
otras mariposas que se metían en el estómago para que no te pillaran en la
acequia de la Chupona, mientras sentía en su cuerpo alguna culebra o se la
imaginaba al chocar en su cuerpo cualquier otro objeto. Otro día jugaba con el
Inter de Espinardo detrás de la Estrella de Levante o en aquel campo del
Reformatorio y de pronto marcaba aquel gol de cabeza que era el gol de su vida.
O por fin después llegabas al más allá, a la casa del aire, como si llegarás al
más allá de su pueblo.
Así éramos
los niños de los años 60. Aún recuerdo el primer bombardeo que sufrió
Espinardo, allá por 1963, durante varios días una avioneta que planeaba sobre
el pueblo, de vez en cuando, dejaba caer unos ticket de cartón que decían:
¡Vale por 1 botella de cerveza!
Más tarde en
aquella en fábrica subiría por primera vez en la vida en un ascensor, en aquel
montacargas que te llevaba a la terraza, y ahí se celebraban fiestas, entre
música, y con la cerveza gratis siempre acababa como en aquella fiesta de Blas,
en la que todo el mundo salía como unas cuantas copas de más. Ahí más de uno
cogió gratis su primera borrachera.
Así era la
España del blanco y negro en los cines de verano, bajo un cielo de estrellas, y
aquellas imagines le ponía el color y los sueños. Ahí estaban las terrazas
Martínez y el Cine Juanín, entre pipas y bocatas, con los chochos de monja de
la Pereta.
Y de pronto
uno se sentía el Santos, el enmascarado de plata; al día siguiente soñaba con
ser el indio Jerónimo mientras el séptimo de caballería te pisaba los talones.
Siempre ganaban los buenos los del séptimo de caballería, pero uno sentía que
iba con los perdedores: los indios. Otro día, en noche de luna llena, no quería
soñar y soñaba con Drácula y no podía dormir y otros reía con Toni Leblan y
Cantiflas. Y otras noches ya más tarde se enamoraba con Bárbara Streisand o
vibraba con aquellos melenudos: Los Beatles, “En qué noche la de aquel día”
Permítanme,
pues, que le vuelva a dar las gracias por esta oportunidad de pregonar a este
pueblo, que desde la época romana tiene su historia, ya en 1618 se le concedió
el título de villa; durante el trienio liberal (entre 1820 y 1823) se
constituyó en ayuntamiento, del que formaba parte El Puntal y Churra y a
principios del XIX comenzaba su esplendor con la industria pimentonera y sus
primeros exportadores:
En los años
60 al pasear por la calle Mayor se podía oler su aroma pimentón y especias, a
cada paso Por aquellos años el joven inventor Jesús Alcantud creaba una
maquinaria que revolucionaba la industria. Por aquellos años uno se podía
encontrar con aquellos hombres coloraos que salían de los molinos y en aquellos
años de penurias muchas familias conseguían unas pesetas, trabajando duro,
desrabando pimientos.
Espinardo es un pueblo tan especial que por tener
hasta tiene dos cementerios, una Universidad, y espinarderos son el actual obispo y el presidente de la
CROEM
En la
actualidad no es nada difícil entrar en una tienda de Nueva York y encontrar
una lata en la que ponga pimentón fabricado en Espinardo.
Espinardo
también tuvo su esplendor cultural cuando asomó el siglo XX con su famoso
Recreative Garden y con la primera emisora de Radio Murcia; ya tuvo su primer
equipo de futbol el Espinardo Foot Ball Club que llegó a ser rival,
allá por el 1911, del Real Murcia, en aquellos partidos que se jugaban en el
Campo de Tiro, que más tarde se utilizaría para el tiro al plato, y también
tuvo su club ciclista, que se fundó en 1898 en el Recrearive Garden en el
que se construyó un velódromo de 250 metros y se celebraron competiciones
internacionales.
Excelente
artistas han paseado el nombre de Espinardo, allende de nuestras fronteras,
como el poeta Eduardo Flores o los escultores José Planes y José Noguera Valverde,
en la actualidad sus hijos y nietos continúan esa labor artística; Así hay que
recordar a los pintores Antonio Hernández Carpe y José María Almela, a los
escultores Antonio García Mengual y Sergio Lozano o al escritor Nicolás Rex
Planes, en cuya casa se reunían los grandes artistas de Murcia, También son
espinarderos Cecilio Pineda que creó la gran compañía de teatro que todos los
años representa la obra: “Don Juan Tenorio”. Y el gran periodista José González
Cano, que fue redactor jefe de la Gaceta ilustrada y guionista de TVE y RNE, o
escritores como Jesús Pérez, Pedro Pujante o Antonio Cano Lax, espero que no me
olvide de ninguno, o al excelente cantaor Antuan.
Hace unos
años me preguntaban si yo era el mejor escritor de Espinardo y yo bromeaba que ni
siquiera podía decir que era el mejor escritor de mi calle. Vivamos las fiestas
con la ilusión de ese niño que se asombra mirando las mágicas luces de los
castillos artificiales. Disfrutemos las fiestas como la disfrutan los niños.
Los de parte de arriba y los de parte abajo, con el patrón de Espinardo, ese
cristo de la Salud, magnifica escultura de Planes, que baja del Calvario y sube
desde la Iglesia de San Pedro.
Espinardo en
la actualidad ya es un barrio más de la ciudad con casi 15.000 habitantes. Muchos
espinarderos ya no viven aquí, pero les puedo asegurar que un espinardero allá
donde esté siempre se jacta con mucho orgullo de ser espinardero. Espinardo es
un pueblo tan especial que por tener hasta tiene dos cementerios, una
Universidad, y espinarderos son el actual obispo y el presidente de la CROEM. Y
por tener hasta tiene una fábrica de cerveza: Estrella de Levante de una bebida
dorada sin igual que produce más de 100 millones de litros al año, de esa gran
bebida que ya todos conocen como “Agua de Espinardo”. Digo “Agua de Espinardo”
y ya me está entrando la sed.
Y ya voy
acabando, y sin que sirva de precedente y al cabo, es un gran placer ser
profeta en tu tierra por un día, de nuevo os vuelvo a dar las gracias; así que
cómo les dije al principio, parafraseando la escena de la famosa película de
Berlanga: como pregonero que soy os debías una explicación, un pregón, y os lo
acabo de dar. Muchas gracias a todos y a todas. ¡Viva la fiesta! ¡Viva
Espinardo!"