«Un PIB alto no
es sinónimo de prosperidad para todas las personas»
Publicado 20 octubre
2022
Luciano Poyato comenzó
en el Tercer Sector a través de UNAD
A las diez de la mañana apura su segundo
café con leche. “Ahora no tomo muchos”, asegura Luciano Poyato Roca, mientras
da vueltas a la cucharilla y escucha al periodista con esa atención plena que
cultiva desde hace años. Luciano preside la Plataforma del Voluntariado de
España desde 2009, una labor que compagina con la presidencia de la Plataforma
del Tercer Sector hace ya una década. En la base de todo, late el compromiso
inquebrantable con UNAD, la casa madre que transformó su mirada sobre el mundo.
Ingeniero
agrónomo, exhibe con orgullo el carné de Cartagena aunque -por razones
laborales- pasa más tiempo en Madrid, ciudad donde defiende los intereses de
más de 28.000 organizaciones sociales. «Siempre madrugo mucho», responde cuando
le preguntas si tiene tiempo para todo. Nómada, a la fuerza, cada fin de semana
regresa en tren al Mediterráneo, el hogar del que nunca se ha ido.
Ingeniero agrónomo y ahora cabeza
visible del Tercer Sector. ¿Cómo explica estos saltos?
Así
es la vida. Soy de la primera promoción de Ingeniería Agrónoma de la
Politécnica de Cartagena. A finales de los ochenta había un grupo de madres y
padres, principalmente madres, en el ‘Colectivo
La Huertecica’. Eran familias que tenían problemas
con la heroína. Les donaron una finca de unas nueve hectáreas de terreno para
conformar un centro ocupacional. A mí me llamaron para ponerla en valor
creando, por ejemplo, ensayos de variedades de cultivos, pero al poco tiempo me
di cuenta de que aquellas personas necesitaban mucho más.
¿Ahí surge su implicación?
Mi
implicación venía de antes. Uno de mis primos, de mi misma edad, murió muy
joven por problemas con las drogas; yo no me lo podía explicar. A partir
de ahí, empecé a adquirir una formación distinta, enfocada hacia la psicología.
Viajaba a Madrid una vez al mes para recibir formación específica de
psicoterapia. Poco a poco, el ‘Colectivo La Huertecica’ se profesionalizó,
contaba con especialistas en psicológica, trabajo social, educación social,
profesionales de la medicina….. Fue una experiencia muy enriquecedora.
Participar es la mejor manera de poder cambiar por dentro. Yo creo en el «actúa
para que cambien las cosas».
¿Y luego?
Empecé
a dirigir un Centro de Día. Luego, impulsé la creación de empresas de inserción
y finalmente me ocupé de la gerencia de la Asociación, donde atendíamos a
personas con muchas necesidades y con vidas muy desestructuradas. A mitad de
los noventa, notábamos que muchas lograban salir de las drogas pero cargaban
con graves patologías asociadas, como la hepatitis C, el VIH… De nuevo,
me reencontraba con la realidad de la muerte. Me especialicé en hacer
acompañamiento a personas que vivían bajo el estigma, que eran culpabilizadas y
yo me enfrentaba a todo aquello con mucha rebeldía. Luego me di cuenta de
que podía vivir todo aquello con serenidad y aprender. De todas las personas se
aprende, especialmente, cuando al otro lado está la muerte.
¿Cuándo deja la Región de Murcia por
Madrid?
Nunca
me he ido de Cartagena. Estoy allí casi todos los fines de semana. En 2003, yo
era vocal en la Región de Murcia en UNAD y me propusieron la presidencia de la entidad.
Es decir, luchar por los derechos de las personas con problemas de drogas.
Llegué con mucha energía, la misma que tengo ahora y espero que dure mucho más.
Cambié unas vivencias por otras pero nunca he renunciado ni renunciaré a mis
orígenes.
De eso hará 20 años. ¿Cómo ha sido la
evolución de UNAD?
UNAD
ha crecido muchísimo pero hay obstáculos que han dificultado su evolución. Uno
de ellos es la obtención de financiación. En otro capítulo, está la situación
de las mujeres con problemas de adicciones que sufren injustamente por cargar
con mayor estigma y llevamos años denunciándolo. Por otra parte, se dice -y es
cierto- que ahora hay menos muertes por drogas que en otras etapas. Pero no nos
engañemos. El problema sigue ahí. Además, las adicciones son otra pandemia en
nuestra sociedad. Y bueno, en estos años nos hemos enfrentado a la Ley de
Seguridad Ciudadana que era y es un desastre… En el lado positivo, está la
labor que realizan las personas voluntarias de UNAD o el trabajo que viene
desarrollando desde hace años el equipo que conforma la Junta Directiva.
Desde 2009, ocupa la presidencia de la
Plataforma del Voluntariado de España.
Coincidió
con un momento personal muy malo porque acababa de fallecer mi padre y me dejó
un vacío enorme. Con mis nuevas tareas he perdido ese estrecho contacto que
mantenía con la gente pero, a cambio, vivo experiencias que inciden
positivamente en las personas que más sufren. Eso es gratificante.
El voluntariado nos aporta otra manera de mirar. Creo que la solidaridad es un
valor fundamental en estos momentos y desde luego, los gobiernos deberían
conocer de cerca el valor de las personas voluntarias en el siglo XXI. Están
transformando realidades desde el compromiso, desde la participación; eso no se
sabe.
Precisamente este año se les concedió el
sello MUNDO VOLUNTARIO 2030, un acontecimiento excepcional de interés público
que supondría un empuje y mayor visibilidad para el voluntariado ¿Qué ha pasado
finalmente?
Pues
que aún no se ha puesto en marcha. Parece que la burocracia está ralentizando
todo el proceso y es una pena porque llevamos diez meses perdidos.
Recientemente usted decía: “No podemos
consentir que haya más de diez millones de personas en nuestro país en riesgo
de exclusión social”.
También
dije que la mitad de la población española no llega a fin de mes. Queda mucho
por hacer. Hay mucha vulnerabilidad, ahora acrecentada por la inflación.
¿Y cuál es la solución?
Tendría
que existir un organismo específico que se ocupara de valorar el impacto social
de determinadas decisiones legislativas. Cada vez que se redacta una ley es
necesario medir su efecto sobre los grupos más vulnerable. Hay que entender que
un PIB alto no es sinónimo de prosperidad para todas las personas. En este
país, ya lo hemos visto. Antes de 2008, también teníamos a muchas personas en
situación de pobreza.
¿Cree que la juventud, en general, está
concienciada con el voluntariado?
Ahora
hay más solidaridad. Hay mucha gente joven que es solidaria en este país.
En estos días se cumplen diez años desde
la creación de la Plataforma del Tercer Sector, ¿cuál es el balance?
Su
papel en estos años ha merecido la pena. En 2012 se unieron las siete
organizaciones más representativas de lo social con el único propósito de tener
una voz unitaria que trasladara las situaciones complicadas que se estaban
viviendo, que han sido muchas. Me quedo con todos los logros que hemos
conseguido: la consecución del fondo social de viviendas, la aprobación de la
ley del Tercer Sector, la actualización de la Ley del Voluntariado…
El
voluntariado, en concreto, ha sido la gran malla de contención en todas las
crisis. Hay que entender que la solidaridad es mucho más que «buenrollismo»; es
un compromiso serio que debemos cultivar en las sociedades occidentales. Si no
favorecemos una cultura de voluntariado, o lo que es lo mismo de solidaridad,
una cultura de empatía con el Planeta y con quienes lo habitan, la codicia y el
egoísmo ocuparán todo el espacio. La pregunta es: ¿qué tipo de mundo queremos
fomentar?
Fuente: Revista de la PVE.
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